Pensé que, teniendo la máquina de escribir, ya no necesitaría más estos morbosos cuadernillos, Mas creo que no es así: escribo como siempre, por lo de siempre, me estoy ahogando.
El calor me inunda dejándome yerta de fatiga, débil, amargada. Vengo del mundo, de ese mundo que no es mío, del mundo exterior.
¡Oh, claro que no entiendo mi tierra! Dura y cruel falacia. Mi pureza. Mis cánticos. Todo derruido y enviado lejos, allá, al cajón de las cosas onservibles.